Pulso de la Tierra
Buenos Aires. 1940.
Edición de autor. Talleres gráficos de Eugenio Ferrero.
SELECCIÓN DE POEMAS:
Buenos Aires. 1940.
Edición de autor. Talleres gráficos de Eugenio Ferrero.
SELECCIÓN DE POEMAS:
Tormenta
Galopaba
entre las nubes
rumor
de truenos lejanos;
el
viento soltó los potros
fantásticos
de su canto
y
cuando el cielo no pudo
sostener
sobre sus brazos
la
montaña de las gotas
y el
ascua de los relámpagos,
en el tropel de la lluvia
se
ahogó la sed de los cardos.
El
sol puso al otro día,
ante
los ojos del campo,
la
figura dolorosa
de
algún sauce arrodillado
y el
verdor de los trigales
sepultados
en el barro.
—Hijo
mío: tú, que fuiste
caminando
por los campos,
¿viste
cómo el vendaval
lastimó
nuestros sembrados?
El
hombre esperó repuesta;
el
niño quedó callado
mientras
temblaban revueltas
en la
cuenca de sus manos,
plumas
húmedas de un nido
y una
muerte con dos pájaros.
Sueño para el niño campesino
Se
abre una ruta de grillos
por
los campos en silencio.
Un
buey arrastra el mugido
junto
al susurro del viento,
mientras
en el rancho blanco
-flor
de nieve en un sendero-
el
niño acuesta el cansancio
sobre
los lirios del sueño.
La
fantasía desgrana
la
música azul de un cuento…
La
luna está en el sembrado.
Bajó
de las nubes altas
sobre
las grupas de un potro
con
pelo de espuma blanca
y duras
patas de vidrio
y
fines crines de llamas.
Lleva
en sus labios un silbo
y
entre sus manos de escarcha
dos
largas riendas de lluvia
como
dos cintas de lágrimas.
Baja
del potro y camina
lentamente,
mientras canta
y
siembra granos de estrellas
sobre
la tierra asombrada.
En su
pollera de viento
tiene
amapolas de plata
y en
sus crenchas de rocío
prendidas
dos rosas claras.
Unas
estrellas cayeron
al
corazón de una charca,
y el
potro patas de vidrio
con
pelo de espuma blanca,
moja
su belfo caliente
con
las estrellas del agua…
La
aurora cabalga el lomo
vigoroso
de los cerros;
el
sol teje urdimbres rubias
en
los telares del cielo,
y
entre el murmullo dorado
de
los trigales despiertos,
se
pierden las alas blancas
de
los pájaros del sueño.
La
luna se hace una espiga
y el
potro un jirón de viento.
Pájaros
sobre las nubes viajeras.
Bajo las lágrimas verdes
de un viejo sauce que sueña,
el cansancio de dos bueyes
rumia las horas sedientas.
Los pájaros -los remansos
musicales de la siesta-
llevan el sol en pico
y en las alas madreselvas
para adornar con la noche
el sayal de las estrellas.
Lejos, el cielo se inclina
sobre la sed de la tierra.
Entre dos filas de pinos,
chapoteando en las acequias
y echando al viento sus voces
-celeste tropel de flechas-
corren los niños, soltando
bandadas de risas frescas
y buscando con sus ansias
y con sus hondas despiertas
un blando lecho de plumas
para la muerte de piedra.
Cuando la noche sembraba
silencio azul por las sendas
el más niño de los niños,
la sonrisa más pequeña,
dejó la ronda de juegos
y se fue con las luciérnagas
llevando un trino apagado
por las hondas traicioneras.
Junto a un árbol con el tronco
devorado por las yedras,
hizo un nido de gramillas
para la calandria muerta;
y sobre el vuelo frustrado
de las dos alas sangrientas
puso una amapola blanca
y una caricia de seda.
La luna encontró abrazadas
en un rincón de la huerta,
la tristeza de una muerte
con la infancia de un poeta.
“Como lo informa una útil noticia preliminar, Pulso de la tierra es el primer libro de Guillermo Etchebehere, integrado por
una selección de los poemas escritos por el autor en los últimos tres años, es
decir, desde los 20. Por incierto que aparezca el destino de un escritor en sus
primeras producciones, es evidente, sin embargo, que, por lo general, contienen
latentes los caracteres de la obra a cumplir. (…) Pulso de la Tierra es quizá
un título muy ambicioso y puede abarcar la labor total de un poeta, pero es muy
interesante, plantearse a sí mismo desde un comienzo un programa tan
considerable (…) Su visible facilidad para versificar, como ocurre muchas
veces, no llega a ser una ventaja, y más bien pasa a ser lo contrario.
Etchebehere se deja arrebatar quizá por el impulso de la versificación. La
imagen se trenza con el relato en un ritmo determinado que el autor parece no
poder contener. Hay tal vez excesiva “velocidad” en la realización (lo cual
facilita el injerto de cosas convencionales) creadas por el metro utilizado,
que además de repetirse en todas las composiciones, establece una uniformidad
perjudicial. ¿Y por qué Etchebehere se ha fijado a sí mismo esa limitación del
romance, cuando hay tanta diversidad de formas y, por cierto, mayor riqueza
expresiva y más adecuadas a algunos de sus temas, que pierden al faltar la
correspondencia de la forma necesaria?".
Bernardo Verbitsky para Noticias Gráficas (28/1/1941). Bernardo Verbitsky (Buenos Aires, 1907-1979). Escritor y periodista argentino. Autor de más de veinte libros, entre novelas, ensayos, poesías y cuentos. Es padre del periodista Horacio Verbitsky.
“La influencia del poeta granadino (García Lorca) sobre los modos de Ud. es evidentísima. Sus abundantes imágenes son típicamente lorquianas –y agregaba, después de transcribir algunas figuras. Todo esto podría suscribirlo el poeta asesinado. No creo que quepa mayor elogio”.
Ángel Ossorio, en carta a Etchebehere (citada en conferencia de Luis Iglesias). Ángel Ossorio y Gallardo (Madrid, 1873 - Buenos Aires, 1946). Ensayista, político y jurisconsulto español.
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